miércoles, 20 de julio de 2011

ESTO PASÓ UN DÍA DE JULIO....

Juan Bautista Alberdi
España reconoce la independencia argentina





Un 9 de julio de 1859, España reconoció por primera vez la independencia argentina mediante un tratado de paz y amistad firmado en Madrid.
Sin embargo, el trámite de reconocimiento iba a ser largo y complicado, como una relación entre padres e hijos, y concluyó recién en setiembre de1863, cuarenta y siete años después de la declaración de la independencia en el Congreso de Tucumán y a más de medio siglo de la Revolución de Mayo.
El rey Fernando VII nunca se resignó a la pérdida de las colonias americanas y el desmoronamiento de lo que fuera el gran imperio español.
En 1831 rechazó un ofrecimiento de los Estados Unidos para lograr la reconciliación entre la madre patria y sus antiguos hijos y recién después de su muerte, ocurrida en 1833, comenzaron a mejorar las perspectivas de entablar relaciones diplomáticas.
En 1863 el ministro de Estado español presentó ante las Cortes, asamblea de los representantes del pueblo, una proposición en favor de la independencia de las repúblicas americanas y de la concertación de tratados de paz y comercio.
Cartel de la época con Fernando VII como protagonista
Fernando VII

Aunque las Cortes aprobaron el proyecto, el gobierno español no tomó en cuenta la resolución y las relaciones oficiales entre Madrid y Buenos Aires continuaron en cero.
En 1853, poco después de Caseros el general Urquiza decidió que había llegado el momento de mejorar las cosas y nombró un cónsul interino.
Poco después Juan Bautista Alberdi fue encargado de normalizar las relaciones diplomáticas, teniendo en cuenta la gran cantidad de españoles que ya habían emigrado a estas tierras.
Las gestiones de Alberdi, dificultosas y largas, recién terminaron con el tratado firmado en 1859.

El pensamiento de Alberdi

Cuando Urquiza reunió en Santa Fe al Congreso que sancionaría la Constitución de 1853, sus integrantes comenzaron a buscar modelos para redactarla. Si bien había una idea bastante concreta de lo que se quería, faltaba el aspecto operativo, práctico. Entonces llegó a sus manos un librito que había preparado Alberdi, abogado argentino radicado en Valparaíso que, alejado de Buenos Aires unos veinte años antes por disidencias con Rosas (aunque nunca fue perseguido), había cumplido en Chile una labor profesional muy destacada.
En su libro, Alberdi proponía un proyecto de Constitución y el fundamento teórico de este nuevo país que iba a emprender su marcha, dejando atrás la larga dic- tadura de Ro- sas y la larga época de las guerras civi- les,y prepa- rándose para tener otro papel y otras  funciones, in- cluso en el res- to del mundo.
¿Qué de- cía Alberdi, en síntesis?, el gran historia- dor argentino Félix Luna lo expresa así: "Para resumirlo con palabras mías: hagamos una Constitución donde se dé toda clase de garantías a las personas que quieran venir aquí a trabajar, a ejercer sus industrias, a educar y a educarse, a transmitir sus ideas. Es decir, una Constitución que garantice la creación de una sociedad próspera. Pero en cambio no seamos tan liberales cuando se trata de política. No existe un electorado o una ciudadanía. La Argentina no tiene, todavía, ciudadanos. Los argentinos nativos no tienen aún hábitos de trabajo, respeto por la autoridad. No tienen nada de aquello que hace posible un gobierno regular.
¿Qué tenemos que hacer entonces? Fomentar la inmigración. Que vengan muchos extranjeros, si es posible anglosajones, y se vayan mezclando con la población nativa. Entonces, cuando con los hijos o los nietos de esos inmigrantes fragüe un nuevo tipo de hombre, un nuevo tipo de argentino, será el momento de darle no solamente las libertades civiles, sino también las políticas. Mientras tanto, que gobiernen los más aptos, los mejores —nosotros—, llevando las cosas de modo tal que con inversión extranjera, con tendido de ferrocarriles, con la explotación racional de la pampa, poco a poco se vayan creando condiciones que hagan posibles formas republicanas con un contenido también republicano. Mientras tanto, mantengamos sólo la forma de la república.
En última instancia, este era un pensamiento bastante realista, comparable, si se quiere, al que Rosas expuso en la Carta de la Hacienda de Figueroa. Y, sin que nadie lo dijese de manera directa, fue el pensamiento que se puso en marcha en la época de Mitre y, más aun, en la de Roca, a partir de 1880. Es decir: hagamos un país próspero, tratemos de que tenga inserción dentro del mundo contemporáneo, abramos la frontera a los inmigrantes, a los capitales, a las ideas, y por ahora posterguemos un poco lo político, porque todavía no están dadas las condiciones para una república perfecta."


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