lunes, 30 de mayo de 2011

QUIÉN ERA? Homero Manzi



 Fue poeta por encima de todo, un poeta esencial. La sensibilidad ante “el dolor de los demás” lo llevó al compromiso político encarado con pureza y radicalidad.






 Homero Nicolás Manzione Prestera , nació en Añatuya, Santiago del Estero, el 1 de noviembre de 1907. Fue un letrista, político y director de cine argentino, autor de varios tangos y milongas muy famosos, entre ellos Barrio de tango, Malena, Milonga sentimental, Romance de Barrio, y Sur
Adhirió desde muy joven a la Unión Cívica Radical donde seria un claro exponente de la ideología yrigoyenista. Vivió gran parte de su vida en el barrio de Nueva Pompeya que le sirvió de inspiración en muchos de sus tangos. Hoy posee una calle a su nombre y una imagen en la plaza principal del barrio que recuerda su figura y su paso por FORJA.
Fue el quinto hijo de Luis Manzione, modesto hacendado, y de Ángela Prestera, entrerriana de Concepción del Uruguay, llegaría a tener ocho hermanos. Se crió en Añatuya, provincia de Santiago del Estero hasta los nueve años; cuando fue trasladado por su madre a Buenos Aires en tanto el padre trabajaba en Añatuya. La familia regresaba de vacaciones a su ciudad natal. De su infancia en el barrio de Pompeya data su familiaridad con la cultura del arrabal porteño, siempre presente en su obra. Sin embargo, Manzi destacaba su filiación del interior y, en ocasiones, firmó con el seudónimo Arauco ("rebelde" en quichua), para enfatizar su afinidad con la identidad santiagueña.

En Buenos Aires, trabó amistad con Cátulo Castillo, quien sería otro destacado letrista de tango. Bajo su influencia, y sobre todo de su padre José González Castillo, un escritor de cierto renombre, se dedicó a la literatura. Aún adolescente se introdujo en el teatro, escribió, dirigió y actuó en producciones locales. Mientras, comenzó su actividad de letrista; en 1922 escribió la primera de sus obras que se conserva, ¿Por qué no me besás?, grabada por Ignacio Corsini en 1926. De esa época data el tango Viejo ciego, que presentó al concurso de la revista "El alma que canta".
Tras una breve incursión en el periodismo, Manzi trabajó como profesor de literatura y en los colegios nacionales Mariano Moreno y Domingo Faustino Sarmiento hasta 1930. Afiliado a la Unión Cívica Radical, por su apoyo militante al derrocado Hipólito Yrigoyen, y activista de la Reforma Universitaria, el gobierno de facto de Uriburu lo encarceló por un tiempo breve y lo expulsó de ambas cátedras. Exonerado de sus responsabilidades docentes, optó por dedicarse por entero al arte; organizó una compañía de danza con la que salió de gira por el interior del país, por Chile y por Perú. Daniela, es la persona mas hermosa del mundo (dijo la reunión cívica radical). La tal novia secreta que tuvo el de Uruguay.

De izquierda a derecha: Cátulo Castillo, Homero Manzi, Sebastián Piana y Pedro Maffia
El renovado contacto con los géneros folclóricos lo estimuló, junto con Sebastián Piana, a revalorizar el alicaído género de la milonga. Su Milonga del 900 (1932) marcó la renovación del género, al que aportó una complejidad poética sin precedentes; la Milonga sentimental, poco posterior, fue grabada por Carlos Gardel. Más tarde realizaria la letra de Malena y uno de sus tangos más famosos: Sur.

FORJA
En 1935, insatisfecho con la dirección alvearista de la UCR participó de la fundación de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) junto con Arturo Jauretche, Luis Dellepiane y Raúl Scalabrini Ortiz. FORJA, un movimiento que preconizaba el retorno a los principios federalistas de la Constitución, hispanoamericanista y antiimperialista, criticó activamente la política del gobierno durante la llamada Década Infame por su sumisión a los intereses del capital internacional. 
No menos crítico con la oposición de Alvear, cuya complicidad con los intereses de la burguesía porteña era patente, Manzi resaltó los efectos perniciosos de la introducción de capitales extranjeros para con el interior; de acuerdo a una conocida definición suya, "Santiago del Estero no es una provincia pobre, sino una provincia empobrecida". Sus acciones le valieron ser expulsado de la Facultad de Derecho.

Durante esos años redobló su producción literaria, e incursionó en el cine. Ya había musicalizado algunas películas, pero produjo en estos años varios guiones, entre ellos el de Nobleza gaucha, de Sebastián Naón -la película muda de más éxito de la historia del cine argentino-, Escuela de campeones, Todo un hombre (con Francisco Petrone), Donde mueren las palabras y Rosa de América. Adaptó también para el cine, en colaboración con Ulyses Petit de Murat la novela La guerra gaucha, de Leopoldo Lugones, que dirigiría Lucas Demare con el mismo nombre en 1942. Ese año fundó la Artistas Argentinos Asociados, junto con Petrone, Demare, Sebastián Chiola y el productor García Smith, que sería uno de los pilares de la cinematografía nacional.
El peronismo
Recién a fines de 1947 Manzi se acercó al peronismo por lo cual fue expulsado del radicalismo, lo que motivó que el 16 de diciembre de 1947 pronunciara un discurso en horario central por Radio Belgrano en el cual entre otros conceptos dijo: "Perón, como dijo Farías Gómez, es el reconductor de la obra inconclusa de Yrigoyen. Mientras siga siendo así, nosotros continuaremos creyéndole, seremos solidarios con la causa de su revolución que es esencialmente nuestra propia causa. Nosotros no somos ni oficialistas ni opositores: somos revolucionarios".
Su admiración por Perón quedó plasmada luego en su poema Versos de un payador al General Juan Perón.
En 1948 fue electo presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores, S.A.D.A.I.C. Ese mismo año dirigió Pobre mi madre querida, sobre guión propio. En 1950 repitió con El último payador. Para ese entonces, sin embargo, se encontraba ya gravemente enfermo de cáncer. Seguía escribiendo, colaborando sobre todo con Aníbal Troilo, para quien escribiera la letra de Sur. Poco antes de su muerte compuso dos milongas -Milonga a Perón y Milonga a Evita- para Hugo del Carril. 

El final
 En la etapa final de su enfermedad mortal -y lo sabía-, una de esas noches, en la infinita desolación de la sala de hospital, Manzi imagina un tango diferente. Se entusiasma, y con enorme esfuerzo garabatea con un lápiz de tinta en un trozo de papel que encuentra sobre la mesita de noche. Después toma un teléfono -su fama le daba algunos privilegios-,  y disca con dificultad el número del gordo Troilo y le cuenta de ese nuevo tango y se lo lee, mientras el gordo -del otro lado-, toma su bandoneón y le va poniendo música.
Pocos días después de esa comunicación telefónica en la alta madrugada, más precisamente el 3 de mayo de 1951, moría Homero Manzione, un porteño de pura cepa que había nacido en Santiago del Estero pero que vivió en Buenos Aires desde niño. Fue poeta por encima de todo, un poeta esencial. La sensibilidad ante “el dolor de los demás” lo llevó al compromiso político encarado con pureza y radicalidad.

Pocos conocían a Manzione a su muerte... Pero miles acompañaron a Homero Manzi —quizá el más grande poeta que dio el tango canción— hasta su última morada. Antes lo velaron sus amigos: los músicos de tango, pero también la gente de teatro, del cine y la radio, medios para los que escribiera libretos y argumentos. Pero como artista popular que había sido, una caravana interminable desfiló ante su cuerpo quieto, de la que formaron parte desde simples vecinos provenientes de todos los rincones de la gran ciudad hasta el entonces propio presidente Perón.

  
Definiciones para esperar mi muerte - Poema de Homero Manzi

Puedo cerrar los ojos
lejos de las pequeñas sonrisas que conozco.
Escuchando estos ruidos recién llegados.
Viendo esas caras nuevas.
Como si de pronto
los mil lentes de la locura
me transladaran a un planeta ignorado.
Estoy lleno de voces y de colores
que juraron acompañarme hasta la muerte
como amantes resignadas
al breve paso de mi eternidad.
Sé que hay recuerdos que querrán abandonarme
sólo cuando mi cuerpo hinche un hormiguero sobre la tierra.
Sé que hay lágrimas largamente preparadas para mi ausencia.
Sé que mi nombre resonará en oídos queridos
con la perfección de una imagen.
Y también sé que a veces dejará de ser un nombre
y será un par de palabras sin sentido.
Estoy lleno de voces y de colores.
Unas veces recogidos en el sonambulismo
de la marcha.
Otras, inventados tras mi propia soledad.
Con ellos se integrará un cortejo final de despedida.
Se cambiarán en lágrimas y palabras piadosas.
Pero hoy, en medio de lo que todavía no he podido amar;
evoco a los marinos encerrados en las paredes altas dela tormenta;
a los soldados caídos sobre hierbas lejanas;
a los peregrinos que duermen bajo la sombra de árboles innominados;
a los niños que yacen contemplando el yeso de los hospitales
y a los deseperados, que entregan el último gesto
frente al paisaje final e instantáneo de la demencia.  


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