lunes, 28 de marzo de 2011

LA CIUDAD - Galerías Pacífico

A la manera del Bon Marché de París, a fines del siglo XIX, Francisco Seeber y Emilio Bunge crearon el Bon Marché Argentino. Un lugar que ofrecería las últimas expresiones de la moda mundial. Así nació una imponente obra arquitectónica, con calles entrecruzadas, bóvedas de vidrio y una cúpula central espaciosa y elegante.
Fue proyectada en 1889 por el ingeniero Emilio Agrelo y el arquitecto Roland Le Vacher, como una copia de una galería de París, Bon Marché, cuyo nombre incluso también se pensó reproducir.
Estaba inspirado en las grandes galerías europeas como la Vittorio Emanuele II de Milán, Italia, y contaba con algunos adelantos tecnológicos de la época como los ascensores mecánicos, la iluminación y la calefacción centralizadas.
Consta de una planta en forma de cruz, con entradas por Florida, Córdoba, San Martín y Viamonte. La intención original era que estos cuatro accesos tuvieran la misma importancia, pero la realidad urbana dio relevancia a sólo dos: sobre Florida y sobre la avenida Córdoba.
Sin embargo, el uso pretendido originalmente jamás llegó a concretarse, y los locales fueron ocupados por comercios menores de rubros diversos, unidos en una sociedad llamada Galería Florida.
El primer sector del edificio se terminó hacia 1894 (Florida y Córdoba), y el segundo hacia 1898 (San Martín y Viamonte).
 Esta construcción se implanta en la ciudad como una forma de representar la consolidación, económica y social, recientemente adquirida por el país y como la posibilidad de asemejar a Buenos Aires con una ciudad europea: Milán. Tuvo una importancia histórica accidentada, debió haber sido como la Vittorio Emmanuelle o como las Lafayette de París. Pero nunca se terminó de techarlas, y en lugar de ser un centro comercial sus locales fueron utilizados como "ateliers" de pintores y peñas literarias. Durante cierto tiempo funcionó allí el Museo Nacional de Bellas Artes. Luego fueron compradas por el Ferrocarril Pacífico, que instaló sus oficinas, y en 1946 abrió con el nombre actual, tras ser terminadas por los arquitectos Aslan y Ezcurra.
Fue entonces cuando se construyó el actual emblema de las Galerías: la magnífica cúpula
en la bóveda central, de unos 450 metros cuadrados de superficie, con murales de Antonio Berni, Lino Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino, Demetrio Urruchúa y Manuel Colmeiro, siendo éste último, el único no argentino.
La galería funcionó durante algunos años y luego - tras volverse propiedad del estado, con la nacionalización de ferrocarriles durante el gobierno de Juan Domingo Perón (1946-1955) -, entró en una progresiva decadencia, para terminar totalmente descuidada.
En 1989, las Galerías Pacífico fueron declaradas Monumento Histórico Nacional  y luego la  remodelación, y su reinauguración en 1992 - con proyecto del arquitecto Juan Carlos López-, ha devuelto al centro de la ciudad uno de sus espacios más atractivos. En la restauración merece un espacio destacado, como 
reminiscencia al antiguo Museo Nacional de Bellas Artes, el Centro Cultural J. L. Borges, que tiene su ingreso por el segundo piso y ocupa íntegramente la tercer y cuarta planta de la galería, con dos cines, un cómodo auditorio para 370 personas, varias salas de conferencia, y más de 10.000 m2 de espacio disponible para exposiciones de arte.
Hoy es el centro de compras más frecuentado por los turistas, y alberga locales de prestigiosas marcas internacionales, tales como Tiffany, Polo Ralph Lauren, Christian Dior, Tommy Hilfiger y Lacoste, entre otras. Posee además un importante patio de comidas y otros locales comerciales.


Los muralesde la cúpula central
En 1946 cinco grandes pintores muralistas plasmaron sus obras en la superficie de 450m2 que ocupa la cúpula central de Galerías Pacífico. Los artistas Berni, Castagnino, Colmeiro, Spilimbergo y Urruchúa, 
convinieron en realizar una decoración que lograra una construcción iconográfica de los valores primarios y prácticas socioculturales comunes en diversas culturas, como la familia y el contacto con la naturaleza.
Los murales registran una gran cantidad de situaciones, alegorías y mensajes universales. Se advierte, sin embargo, que los artistas buscaron crear sus respectivos bocetos más allá del acuerdo original respecto del conjunto, garantizando con ello la espontaneidad de la creación individual. 




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