jueves, 17 de febrero de 2011

ESTO PASÓ UN DÍA DE FEBRERO... Llegan al país los restos de Carlos Gardel

Un 5 de febrero de 1936 llegan al país los restos de Carlos Gardel. Su muerte se había producido en un trágico accidente aéreo ocurrido el 24 de junio de 1935 en Medellín, Colombia.
Los restos fueron traídos gracias a las diligencias realizadas por Armando Delfino, a pedido de la madre de Gardel.
El velatorio se realizó en el Luna Park y allí estuvieron sus amigos, las más grandes figuras del ambiente artístico y sobre todo los hombres y mujeres del pueblo, aquellos que le debían muchos momentos de felicidad. Durante la ceremonia fúnebre hubo discursos y Francisco Canaro interpretó dos veces el tango "Silencio" la segunda vez cantado por Roberto Maida.
Eran las diez de la mañana del día 6, cuando, en medio de las más expresivas muestras de pesar llegó la carroza tirada por ocho caballos que iba a trasladar el cuerpo al cementerio de la Chacarita.
Muchos otros coches repletos de coronas completaban el cortejo que recorría la calle Corrientes en toda su extensión.
Lo acompañó una multitud que solo interrumpió el silencio para entonar a ratos los éxitos del artista.
Al llegar al cementerio, la ceremonia se demoró a causa de la impresionante multitud que había reunido. Por fin la carroza llegó hasta el Panteón Internacional de Artistas  y el féretro fue trasladado a la capilla. Allí hablaron para despedirlo otros artistas y amigos. Cuando el acto terminó, la gente permaneció durante horas en el lugar.
Mausoleo de Gardel en la Chacarita
En el mes de diciembre el Consejo Deliberante resolvió destinar dos lotes de sepultura de la Chacarita para levantar un mausoleo que se inauguró en noviembre de 1937. La estatua, que es obra del escultor Manuel De Llano, muestra a Gardel entero, con una eterna sonrisa en los labios por lo que recibió el apodo de "el busto que sonríe".
Desde entonces la leyenda fue creciendo y nunca falta una flor sobre su tumba.

El homenaje en Montevideo
La nave "Pan América" que traía los restos de Gardel, en su trayecto hacia Buenos Aires, hace escala en el puerto de Montevideo, el 4 de febrero de 1936. Allí, una comisión uruguaya solicita a las autoridades del barco el permiso para desembarcar transitoriamente la caja mortuoria.... y al aceptarse la petición el pueblo hermano puede exteriorizar su sentimiento en el último homenaje al extinto cantor, en un emotivo acto. Este hecho es reflejado en La Nación del 5 de febrero de 1936 con la siguiente nota:
"Poco antes del arribo del Pan América, llegaron de Buenos Aires los miembros de la delegación argentina, integrada por los señores José Razzano, Mario Bénard, Francisco Canaro y la señora Libertad Lamarque. Los viajeros fueron recibidos por el comité de homenaje de esta ciudad, y poco después pasaron al otro barco, donde se adelantó a saludarlos el señor Armando Defino, que viene acompañando el féretro.
Los restos estuvieron a bordo hasta las 16,15. A esa hora fueron desembarcados y conducidos a la capilla ardiente levantada bajo el arco central del edificio de la Aduana. El féretro quedó expuesto en el mismo centro del amplio pasaje. Grandes cortinas de terciopelo negro, con cordones dorados, cubrían la pared y daban mayor relieve al respaldo y a las barandas de bronce y cristales que rodeaban el catafalco. Antorchas y candelabros iluminaban la capilla, en tanto que a uno y otro lado iban depositándose ofrendas florales, que perfumaban el ambiente y atenuaban con sus matices la gravedad que fluía del negro tapizado. La caja mortuoria fue desembarcada cubierta por el poncho de vicuña de Gardel, que luce en uno de sus extremos, bordadas en oro, las letras de su nombre y apellido. 
El féretro transportado por la multitud
 El homenaje popular superó todas las previsiones de la policía marítima, y como los férreos portones se abrían a ratos, resultó imposible impedir los estrujones y las violencias, que se repitieron a cada turno.
Después de las 19, de conformidad con el programa trazado con los organizadores, comenzó la parte oratoria. El poeta Mario Ferreiro dirigiose al público, destacando la significación del homenaje. Los discursos continuaron. Por la delegación argentina lo hicieron los señores Mario Bénard y Francisco Canaro, y por el comité y la Asociación Uruguaya de Compositores, el señor Roberto Fontaina. Este último habló del estremecimiento causado por las primeras noticias de la catástrofe de Medellín y de la amargura con que se recibieron los despachos telegráficos que grabaron en los rostros, con fijeza de máscara, el dolor causado por la pérdida irreparable. Luego poniendo término a la ceremonia expresó: "Este comité no ha hecho otra cosa que facilitar al público uruguayo una ocasión para tributar a Gardel su último homenaje, el homenaje que había sabido conquistarse con el punteo musical de sus guitarras y con la cadencia de su voz inigualable”. “Ahora nos quedamos -continúa Fontaina- con su recuerdo, que se avivará aún más en los momentos de melancolía y de tristeza, cuando nuestro propio drama busque para expresarse la estrofa de una canción". En seguida se adoptaron medidas para conducir la pesada carga a bordo del Pan América atracado a 400 metros de distancia, frente al galpón 5. Se clausuraron entonces los portones, se aceleró el desfile del público que quedaba aún en la arcada y entró muy trabajosamente un furgón que se detuvo frente a la cámara donde todavía hacían guardia de honor los compositores, artistas, cultores de la música popular y los que fueron sus amigos dilectos. El furgón se cubrió muy pronto de flores, y cuando estuvo dispuesto se inició la marcha, lenta, dificultosa, emocionada.
Última foto de Gardel dentro del avión F 31 Ford, junto a Alfredo Le Pera 

Se reeditaron entonces las escenas impresionantes. La música fúnebre de la banda del cuerpo de bomberos, los llantos, los brazos en ademanes temblorosos de despedida y la lucha sostenida por las mujeres para llevarse algunas flores de las que cubrieron el ataúd, dieron caracteres inolvidables al sentido homenaje.
Una grúa lista para izar a bordo el féretro, de suerte que la maniobra se realizó sin mayores dilaciones. La entrada al buque fue fiscalizada rigurosamente".
Una comitiva uruguaya integrada por los Sres. Blixen Ramírez, Lauro Olivera Viera, Pedro Bernat y Alberto Labrocca, con los miembros de la comisión argentina, se embarcan en la nave -que parte a las 24-, con el objeto de acompañar los restos a Bs. As."

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