sábado, 29 de enero de 2011

HISTORIA: El Parque Japonés

                                                                                         



    El Parque Japonés, luego Parque Retiro, más tarde Ital Park
una obra faraónica por sus características para la Argentina de 1911,
                          demandó una inversión calculada en dos millones de pesos                                                                                     


El Parque Japonés estaba a ubicado en el Paseo de Julio entre la avenida Callao y la bajada de la Recoleta. Se trató de un obra faraónica por sus características, la más importante en su género para la Argentina de 1911, demandando una inversión calculada en dos millones de pesos. Se inauguró el 3 de febrero de ese año, generando la expectativa de los porteños. Treinta años después de su desaparición esos mismos terrenos sirvieron a la instalación del "Ital Park".
Obra del arquitecto suizo Alfred Zücker (autor del Plaza Hotel) contaba con numerosas y modernas atracciones, como una réplica del Monte Fuji-Yama, lagos artificiales, grutas, un pequeño tren que recorría el predio, paseos en botes, además de juegos como la rueda giratoria, el látigo, el círculo de la risa y la casa de los espejos fueron algunos de los entretenimientos que hacían las delicias de los porteños de aquel tiempo. Contaba también con un verdadero "Parque Temático" que incluía además un "Circo Romano", una "Aldea Indostánica", la "Isla de las Geishas" un "Pabellón de Música" y una pista de baile entre otros. En 1930 un incendió destruyó parte de las instalaciones y el parque ya no se recuperaría y fue demolido completamente en 1933.
Una confusión de parques
Hasta aquí no hay algo que llame especialmente la atención, a no ser la referencia al "Parque Japonés". Sin embargo, todavía hoy, es común escuchar a personas mayores de cincuenta años contar anécdotas y recuerdos sobre ese lugar.
Esto podría llamarnos la atención, salvo porque quienes atesoran esos recuerdos deberían tener como mínimo 80 años, dado que el citado parque cerró hace casi 73. La confusión es comprensible, pues hubo un "Parque Japonés" inaugurado en 1911, que cerró en 1930, y otro también llamado
popularmente "Nuevo Parque Japonés" que abrió en 1939. La estructura e instalaciones de este último nada tenían de japonesas; después pasó a llamarse "Parque Retiro" hasta su cierre y demolición en 1962. El cambio de nombre se debió a la ruptura de relaciones entre la Argentina y el Eje, el 26 de enero de 1944, hecho que culmina con la declaración de guerra el 27 de marzo de 1945, poco antes de su finalización.
Inauguración y comentarios periodísticos

La inauguración oficial se realizó el viernes 3 de febrero de 1911 y fue abierto al público al día siguiente. El diario La Nación de ese viernes publicó una nota de cinco columnas con dos fotografías con los epígrafes "Circo Romano" y "Estación del Ferrocarril Panorámico". De ese artículo transcribimos el siguiente fragmento: "En el parque japonés se realizó anoche la fiesta con que obsequiaba a los miembros de la prensa el directorio de las exposiciones internacionales, con motivo de la próxima inauguración. Orientado en la dirección del Paseo de Julio, con ubicación dentro de las seis hectáreas de terreno comprendidas entre la línea del ferrocarril Central Argentino, Callao y Recoleta, aquel tiene tres entradas; In principal frente a la calle Ayacucho, la de carruajes y automóviles con acceso al restaurant del Club Japonés, correspondiendo la otra a Callao, inmediata a la falda sur del volcán Fuji-Yama. De pura arquitectura japonesa, se destaca de estas tres entradas la de Ayacucho que es una casita nipona con toda las características de línea, colorido y luz que tan sugerentes hacen estas viviendas asiáticas. Las otras dos, de construcción más sencilla pero del mismo estilo, llaman igualmente desde lejos la atención por su gracia exótica; la impresión que se experimenta una vez en el parque japonés y la visión en primer término de la mole clásica del circo romano contrastando con el fondo rocoso y bravío de la montaña del Fuji-Yama que se erige sobre la orilla acantilada del gran lago, semeja una maravillosa transposición en un paraje extraño y bello donde todos los medios de solaz hubieran sido reunidos. El circo romano, reproducción del de la antigua ciudad de los Césares, se levanta en primer término con sus ciento veinte columnas, seis esfinges y los dos pabellones que flanquean el escenario inmenso, abierto al cielo y en donde son posibles los desfiles interminables de cabalgatas y comparsería por las dos rampas laterales que desde los subterráneos ascienden a la arena. El circo tiene capacidad pera 3.500 espectadores sentados y el anfiteatro ofrece la particularidad que desde cualquier punto de observación no se pierdo detalle de lo que ocurre en la arena o en el escenario. Los palcos y los asientos están construidos como el auténtico circo romano. El volcán Fuji-Yama con su cráter entre nieves eternas se abre a considerable altura sobre el nivel del gran lago y del lago menor. Esta montaña de dos cumbres con una base de cuadra y media está penetrada en sus vertientes, hendeduras y abismos por los rieles de un servicio de dos coches cada uno, llamados trenes panorámicos. Durante el recorrido de mil metros, se penetra en túneles, se recorren valles, se ascienden cuestas, se deslizan pronunciadas pendientes y siempre y en todo instante se experimenta la sensación de un viaje aéreo atrevido. Dos lagos bañan la falda del Fufi-Yama, el gran lago y el lago menor, con una diferencia de nivel de 0,65 metros, lo que determina, por medio del canal subterráneo citado y un aparato elevador, el movimiento continuo de las aguas. Descuellan en el centro del gran lago sobre mansa superficie surcada por canoas, los quioscos japoneses de las islas de las Gueisas. Dando vuelta por la avenida principal de los jardines y rodeándole un circo romano hacia el norte, se hallan las ruinas de Taj Mahal a la margen del lago menor donde se toma pasaje en el tren panorámico y sobre el canal que luego cruza las entradas del monte hasta comunicar, como se ha dicho, con el gran lago. En estas ruinas empalma la línea de los botes del Water Chute con los trenes del Fuji-Yama, según reza el rótulo de uno de los sillares. Estos botes hacen un recorrido subterráneo y ondulado antes de salir lanzados al lago menor, igual en longitud y duración al de los trenes.
El Club Japonés es una construcción de estilo nipón que habrá de ser el punto de reunión para las clases elegantes. Llama la atención en el comedor de invierno la reproducción exacta del templo Nico de Tokio. El pabellón de música es de líneas graciosas y delicadas que se destaca en las inme-diaciones del club y frente a la casa de té (TiaYa). Aparte de o- tras nume- rosas diver-siones que tiene el par-que japonés, como la reproducción del terremoto de Mesina, donde se presencia desde el comienzo al fin el desastre que aniquiló a esta ciudad, el círculo de la risa donde una simple ley física es aprovechada para pasar un rato de hilaridad, riéndose de los otros y de sí mismo, está la cu-riosa aldea indos-tánica establecida en el extremo norte de los jardines con sus talleres y fábricas, bazares y objetos de la India."
Continúa la nota dando detalles referentes a defectos del sistema hidráulico, que considera no apto para utilizar en caso de incendios. Cuestiona además la instalación eléctrica, advirtiendo que los cables fueron colocados sobre la madera sin tubos aisladores con el peligro de un eventual cortocircuito. Finaliza con una queja acusando de negligentes a las autoridades municipales y exigiéndoles una inmediata inspección, como así también el cumplimiento de las reglamentaciones vigentes.
El vespertino La Razón de ese mismo 3 de febrero comenta la inauguración oficial, ilustrándola con una fotografía tomada desde lo alto. La revista PBT del 11 de febrero hace mención a la presencia del intendente doctor Joaquín de Anchorena y presenta una fotografía del interior del parque, en la zona de la "Aldea Indostánica", donde se aprecia a un conjunto de indostanos con sus correspondientes indumentarias y atuendos. Caras y Caretas  exhibe dos fotografías, una del imponente "Circo Romano" y otra aérea donde se visualiza el "Tren Panorámico".
La inauguración
La inauguración del 4 de febrero con la habilitación al público contó con notables avisos publicitarios en los medios periodísticos. La Nación publicó uno a tres columnas por 23 centímetros y La Razón otro a cuatro columnas por 25 centímetros, siendo el texto de ambos muy parecidos. Numerosos avisos exaltando la variedad de diversiones se sucedieron durante los días siguientes a la inauguración. La Nación del domingo 26 de febrero publica uno de grandes dimensiones, a seis columnas por 26 centímetros, que llama la atención porque se ofrece un premio en libras esterlinas en un concurso de trajes asiáticos. Y el precio de la entrada ya no es de 50 centavos sino de un peso.
El Parque Japonés con su equilibrada conjunción de exotismo, fieras, ambientación japonesa, aldea indostana, montaña rusa de 50 metros de altura y una tecnología de avanzada para la época, que permitía efectos especiales, siguió provocando el asombro de los porteños, gente del interior y hasta turistas extranjeros. Toda esa presencia de personas de diversos orígenes también daba lugar a un curioso fenómeno, ya que en las cercanías del parque y en los lugares marginales del Paseo de julio, la noche nucleaba prostitutas, cafishios y malandras.
El final
La concesión municipal original caducó en 1925 y el parque continuó funcionando con un permiso precario. Nada anormal sucedía. Cinco años después, en el mediodía del 26 de diciembre fue destruido por el fuego. Ya no se trató de un incendio menor sino total. Las causas que le dieron origen jamás fueron aclaradas. La Nación del sábado 26 de diciembre de 1930 nos refiere que "La Montaña Rusa del Parque Japonés fue destruida por un incendio que estalló en la mañana de ayer" y al comentar el hecho descarta que se debiera a causas de origen eléctrico. La Prensa del mismo día lo hace titulando que "Un violento incendio que se declaró ayer a mediodía en el Parque Japonés, destruyó en parte la Montaña Artificial por donde circulaba el Tren Eléctrico", invalidando también la hipótesis del origen eléctrico del siniestro, informando en cambio que "el fuego pudo iniciarse a consecuencia de haberse desprendido una chispa de alguna de las locomotoras del ferrocarril Central Argentino que realizan maniobras por las vías próximas a la montaña...".

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